Él sabía que no debía de estar haciendo lo que hacía, que no era momento ni lugar; pero algo en su interior le impulsaba a hacerlo -"Hace tanto tiempo ya"-
Poco a poco, esa membrana interior que contenía su imaginación, su inspiración, se iba debilitando. Debilitando. Pero él no quería que se debilitara. Él quería que se rompiera, desbordando su vida de colores, de frescor, de historias, en definitiva: de Arte.
Sin embargo, la realidad se trató de imponer -"Las musas deben cumplir su horario, como todos"- parecía decir.
-"A ver si se van a pensar que son más importantes que nosotros"- Dijeron de repente los papeles amontonados en la mesa.
-"Inriiiiiingnante, Inriiiiiiingnate"- chillaba enloquecido el teléfono.
Un informe pendiente se alió con los clips, y abrieron uno de los cajones de la mesa -"Diga a esas señoritas que ya que están aquí, te ayuden con lo nuestro y se dejen de pamplinas"- La calculadora se declaró en huelga de teclas caídas y a la grapadora jugaba a lanzar grapas a un grupo de "post it" que gritaban enloquecidos -"¡Llama a menganito! - ¡Recuerda la cita de las 11! - ¡compra leche y jabón de lavadora!"- mientras maldecían las grapas que volaban cerca.
Un golpe en la cabeza le hizo levantar la vista. Las lámparas le habían lanzado una bombilla, y se miraban unas a otras mientras disimulaban hablando del tiempo que hacía desde que se estropeó el aire acondicionado.
Él trataba de ignorarles, a duras penas, mientras tecleaba en su ordenador.
El teléfono y los post it siguieron reclamando la atención (eran tan inoportunos y caprichosos), los papeles por su parte, intentaron boicotearles tirándose al suelo.
Él apartó la mirada y se agachó, suspirando, a ayudar a los papeles que clamaban ayuda desde el suelo; uno aseguraba que se había doblado una esquina y no dejaba de gemir.
El teléfono volvió a sonar. –“El jefe”- Dijo con una sonrisa triunfal.
Ahora todos estaban contentos porque les harían caso.
El ordenador, no obstante, estaba más oscuro que de costumbre. Comprobó el brillo y el contraste, y aunque los puso al máximo la pantalla siguió luciendo tenue. El ratón, que le conocía desde pequeños dijo -"Se ha quedado triste, pero ya se le pasará"-